junio 18, 2012

Se me fueron las palabras

Por El Jaibo Bravo Que fácil fue dejar de escribir, así como decir ay muere y ya no quiero decir más. Pero no fue un no querer escribir, no fue un me enfadé, fue más bien una serie de circunstancias, historias, anécdota, ideas y sueños que se mezclaron todos, toditos, y de ahí en adelante ya no supe qué decir. Demasiada revoltura, demasiados temas, demasiadas cosas que se me quedaron en la punta de los dedos y nunca los llevé a la terapia sanadora de la escritura. Pero volví, la contraseña nunca la olvidé, está fresquita en mi memoria, pero de seguro EL POSTE RABIOSO me va a recordar a mi jefecita. Pero venga que volvieron las ganas de escribir y de contar. Hablar de futbol siempre fue lo mío, aunque mi jefe me diga que no se nada, pero y ¿Quién sabe de futbol?, si a veces ni los mismos entrenadores saben de futbol. Yo solo se que la pelotita me manda a la red, una y otra vez, y quiero ver jugadas de gol y gambetas, y qué mejor que trabajo en el futbol, en un equipo de futbol, aunque nunca toque la bochita. Por ahora estoy en pretemporada, se eligieron jugadores y se renuevan emociones. Se viene liga, se viene la copa y mis ganas de que empiecen los juegos aumentan. Ya quiero ver a mi equipo, que toquen la bola, tiki taka, y que caiga un gol, o por lo menos me hagan desgarrar la garganta, porque cualquiera de ellas me erizará la piel, y volveré a decir: cómo me gusta el futbol. Ya les contaré como vengan dándose los juegos. Hasta pronto.

abril 21, 2011

Un clásico hasta para intelectuales

Por El Poste Rabioso

No pude ver el partido por la copa del Rey; trabajé. Por la noche y tras chutarme el partido del América, busqué los resúmenes televisivos y escuché varias opiniones del encuentro, así como observé una y otra vez la repetición de las jugadas claves.
Satisfecho dejé los resúmenes, le di la vuelta al sistema de canales para ver qué pudiera ver en esa noche calurosa y me entretuve con un programa de opinión de corte cultural que también hablaban del clásico español.
Ahí un hombre definía el encuentro como todo un acontecimiento social en donde dos fuerzas antagónicas eran representadas por ambas escuadras. Sentí asco, seguramente ese tipo poco sabía de pasiones inútiles y buscaba con argumentos más o menos rimbombantes explicar lo inexplicable.
El sujeto en cuestión, antes de encontrar el hilo negro de las dos fuerzas antagónicas, dijo sentirse sorprendido que el partido por la Copa del Rey fuera tan visto en México si en el país hay noticias más importantes y, además, se trataba de un encuentro de España y no de la liga mexicana.
El tamaño de su sorpresa es directamente proporcional al tamaño de su ignorancia en términos del fútbol como fenómeno de masas. Claro está que cada quien tiene derecho de ser indiferente a lo que se pegue la gana (hasta a los terribles problemas que enfrenta nuestro país) más aún, tiene derecho a hablar de eso que le es indiferente (como, por ejemplo, hablar de los terribles problemas que enfrenta nuestro país); pero no esperen que uno se empecine a ver a esos sujetos que hablan de fútbol solo porque tiene una carrera universitaria y utilizan tal o cual teoría de análisis del discursos hasta para encontrar mensajes en la sopa de letras.
El programa cultural, un panel de discusión, evidentemente no llamó mi atención más allá de la sorpresa primigenia de toparme con un análisis académico de un tema que me había apasionado como fanático de fútbol. Cuando el sujeto empezó a decir cosas obvias, cambié de canal y me puse a ver una película de zombies que tenía un argumento mucho mejor estructurado.
Pasa que en estos días de acontecimientos deportivos (y el choque entre Real Madrid y Barcelona lo es) las demás propuestas televisivas que no están vinculadas con el deporte intentan subir al ring a tirar patadas, muchas veces de formas burdas y sin estética. Lo sé porque lo he visto y porque también trabajo en los medios. Es patético y ofensivo que nos crean lectores o espectadores pendejos. Sufro y me ofendo.
No sé como se llama el programa, solo di un vistazo rápido, pero pasaba en el canal 22 y eran algo así como las once la noche. De cualquier forma poco vale esta información, lo que interesa aquí es el desprestigio que a veces se le tiene al fútbol al considerársele como un espectáculo de poca monta, que solo sirve para enajenar ilusos y que después, cuando es tema de conversación, se intente quitarse esa categorización injusta de ser un ejercicio insulso con justificaciones academistas. En todo caso el fútbol es -para bien de los que nos gusta este deporte- y con eso estamos más que contentos.

abril 15, 2011

Visitó América a Argentino Juniors

Por El poste rabioso

Fueron a territorio enemigo confiados de su poderosa pero discutible armada.
Ahí participaron guerreros de viejas proezas que plasmaron en su álbum de cromos escenas de gloriosas batallas: Pardo, Sánchez, Vuoso; antes triunfadores, sagaces, inverosímiles, sujetos que miraron el crudo y atormentado rostro de Dios.
Se plantaron ante el enemigo sumiso, casto, un tanto inseguro, a pesar de ser su tierra la que pisaba. Entonces inició la contienda.
Los llamados Argentinos Juniors propusieron la ofensiva confiados en su gente, en su historia, menos grande quizá que la de rival, pero suya y de nadie más y con la ilusión de volver a esa realidad futbolística tan codiciada llamada Libertadores de América que evoca otra épica no menos grande, igualmente debatible, con nombres como San Martín, Bolivar, Martí, Morelos…
Los mexicanos más universales pusieron en el mapa sus cartas americanas: Rosinei, Vuoso, Montenegro, Oliveira y hasta Sánchez, al final, y casi logran sacar el triunfo. Pero los de casa hicieron relucir la vieja máxima de uno de los más grandes estrategas militares de la historia: el francés Napoleón, que a más de doscientos años de distancia y el Atlántico de por medio, seguía diciendo que para ganar una batalla solo era necesario ser más que el rival en un punto determinado en determinado punto de la contienda.
Eso hizo Argentinos Juniors.
Antes de finalizado el primer tiempo el viejo Pardo cometió una falta producto de su cansado cuerpo que no llegó a tiempo a una jugada. Penal y gol, el del empate
Para el segundo tiempo el novato Reyes no tuvo la sabiduría del viejo Pardo y sus mejores piernas no supieron responder a tiempo. El gol fue la tumba de un América que confiado más en su historia pasada que en su futuro pretendió corregir el desacierto de no saber conservar la ventaja.
Y allá fueron Reyna, Márquez y Sánchez a ponerle garra al frente, creatividad, entrega. Pero una falla, producto del mismo pundonor y discurso de dejarlo todo hasta morir, ocasionó el error que hizo de una derrota estratégica un desastre militar.
Layún, lastimado en su cuerpo y en su orgullo se negó a dejar el campo (hombre al fin no supo distinguir el momento en que los dioses le indicaban abandonar) y su error provocó el gol último, el que le quitó la única ventaja que América no había perdido en Argentina, la de la diferencias de goles.
Siempre he reconocido al prudente comandante que, con la lucidez suficiente para entender que la batalla está perdida, repliega sus tropas y negocia la paz que salva la vida de algunos. Este América fue imprudente y se llevó un golpe que, de ser sinceros, no merecía por su entrega y su pasión.
Nada se ha perdido, sin embargo. La congruencia (que ya es decir demasiado en estos tiempos) es lo único que destaco de este América que la noche del jueves perdió tres a uno contra Argentinos Juniors en las lejanas tierras de América del Sur.

marzo 15, 2011

Así, así, no me hagas sufrir

EL JAIBO BRAVO

Nunca me había dado cuenta el sufrimiento que puede provocar el futbol.

Un día estás como periodista, y redactas una jugada con tanta facilidad como si un niño dibujara un superhéroe; al siguiente estás en la tribuna, viendo al equipo para el que trabajas, con un jugador menos en la cancha, con el sol quemante, y con una tribuna hinchada de pasión que lo único que quiere es que metan la bolita en la red; así de fácil, como cuando un niño dibuja a mamá y a papá.

La pelota no pasa del medio campo, luego si, pero la vuelven a rechazar, y luego por la banda, cerquita del área, y mientras esa esferita rebota de un lado a otro, el estómago está revuelto, volteas los ojos de un lado a otro, los cierras para ver si ya llegó al área otra vez, pero te das cuenta que apenas pasó un segundo y nada cambió.

Los cabellos se levantan como un portero que intenta sacarla del ángulo, y te quieres sentar pero te paras, pero te arrepientes y vuelves a inclinarte en tu grada, pero aparece el extremo derecho, así de rudo como lo dice su posición, y se quita la marca, entra al área, tira el centro para que el delantero meta un martillazo y saltas entre grito y frenesí... pero el árbitro se convierte en enemigo y te acuchilla por la espalda porque marcó offside, y tu te quedaste suspendido en el aire sin sentarte ni pararte.

Y sigue el juego y el tiempo se acaba y la gente pide más, pero tu ya no puedes más, te anda de la orina, y no te moverás, aguantarás hasta el final, porque nunca se sabe lo que pasará, porque es tu equipo, porque el extremo vuelve a gambetear, se mete al área, casi en línea de fondo, tira una diagonal asfixiante, te falta el aire, el delantero está de espaldas, los segundos se hacen horas, decide tocarla al borde del área y cuando estás a punto de reclamarle te percatas que viene un atacante, justo de frente, le pega con odio, la bola se convierte en una bomba caliente que el portero no desvía y saltas como Heidi en las montañas, luego pierdes la coordinación, no sabes si saltar o menear las manos, o levantarlas, o las dos cosas, o corear, o gritar, o quitarle la ocarina al árbitro para terminar tú mismo el partido porque viviste todos los sentimientos que se puedan ocurrir y quieres ir a casa a descansar.

febrero 16, 2011

Este es el estreno del Chepo

El Poste Rabioso

Por un momento pensé que estaba viendo un partido de la selección mexicana contra el de la selección salvadoreña, por el color azul del equipo contrario al nuestro, pero el marcador y el mal accionar de los otros me recordó que se trataba del temible combinado bosnio, una escuadra de gran peligrosidad si recordamos que todos sus integrantes juegan en Europa… del Este.
Aburrido como son este tipo de encuentros la noche del miércoles fue tan mezquina en cuanto a fútbol se refiere que solo el resumen deportivo con la cuenta de los goles de otros encuentros nos trae imágenes memorables como el reconocimiento de la gente del Bernabéu a Iniesta, para este simple mortal, el mejor jugador del mundo o la remontada de Inglaterra sobre Dinamarca.
Pero, en términos generales, una noche de fútbol para el olvido.
Del accionar de los nuestros poco se puede decir, se sabe que estos partidos son para quienes dirigen la selección se llenen los bolsillos del dinero de los nuestros que, desde la Patagonia al estrecho de Bering, desfilan por este continente.
Más entretenido que el cotejo me parecieron los escasos minutos que las televisoras dedicaron a esa afición que siempre está ahí, como parte de la escenografía que viene con el paquete de la selección en tierras gringas. Era de conmover cómo una llegada de los verdes enardecía la tribuna y aparecían las banderas que de seguro estaban en oferta.
Buena gente somos, buenos aficionados, buenos anfitriones y buenos invitados, somos un país de buenitos seamos chilangos, pochos, jarochos, tolucos o purépechas y ahí estamos dale y dale con el Cielito lindo y el Cómo no te voy a querer y qué se yo de rosarios y letanías.
Del fútbol y del progreso de nuestro balompié nada debe de hablarse porque queda claro que eso poco importa, por eso que se haya colocado un técnico tan gris como De la Torre; total, la selección llena estadios en México y en el sur de Estados Unidos (una extensión de nuestro país que llegó tarde a eso de la planeación familiar) que no es necesario tener a la figura, hacer el fútbol increíble o siquiera ganar.
Pero esto no es una crítica al sistema empresarial que maneja la selección o al desempeño de este seleccionado en específico (recién nacido, hay que recordarlo) sino al pobre futbol que se brinda en ese tipo de encuentros. Si de todas formas el empresario va a ganar, ¿no sería mejor traer a equipos centroamericanos con los que se tiene más rivalidad? Honduras, Guatemala, El Salvador o Jamaica darían mejor espectáculo sólo por la simple satisfacción de ganarle a un rival odiado y que conste que no pido a adversarios del área con mayor peso como Costa Rica y Estados Unidos, que a lo mejor nos dejaría mal con los nuestros en aquella frontera.
Pero si algo hay que decir de lo que nos dejó este partido destaco por el lado mexicano a Barrera y Pacheco y del Bosnio a ese singular jugador descarado y alegre que entró con tanga a la mitad del segundo tiempo, sublime manera de gambetear a los sherifes que mostraron que todavía están en pretemporada. Esperemos con ansias el fin de semana para quitarnos este mal sabor de boca.

enero 28, 2011

NOCHE DE RETAS

Por El Poste Rabioso

La noche del martes acudimos a la cancha que se ha convertido desde hace aproximadamente un mes en el lugar en donde desquitamos todos los ratos de malsano trato con la vida con un partido de fútbol.
Nosotros somos los periodistas de un diario verde y simpático y en la cancha editores, reporteros, diseñadores y demás nos reunimos para patear la pelota y que los otros (ahora que lo pienso no sé bien a bien quiénes son los otros contra los que jugamos cada semana) nos humillen y luzcan su buen fútbol.
Somos malos, la verdad sea dicha sin adjetivos ni balazos, pero religiosamente cerramos la edición y corremos a una cancha que es siempre el mismo Lepanto, el mismo Waterloo.
Yo, que soy muy dado a eso de las imaginaciones inútiles, llego al campo y visualizo en una placa de bronce la frase compungida que le dijera Don Quijote a Sancho cuando con la derrota tuvo que partir de regreso a la Mancha: “aquí fue Troya”. Y como si de literatura griega se tratara entro a jugar contra los mejores en donde los contrarios me conocen porque me roban, mi pisotean y me humillan, seguramente saben que escribo versos.
Ahí nosotros luchamos contra el destino que es siempre la derrota y, a veces, nos engalanamos con un gol, una buena jugada o una patética caída que será la comidilla de la semana.
Pero hubo un martes que las cosas no salieron mal para nuestra causa. Jugábamos bajo el sistema denominado “retas” que se utiliza cuando hay tres o más equipos, el conjunto que vence recibe a otro que espera fuera de la cancha, mientras el perdedor se retira a la banca para ver quien gana el cotejo y jugar, nuevamente, con el triunfador.
No creo necesario decir que nosotros ocupamos en varias ocasiones la banca. Éramos tres conjuntos, uno de ellos festeja un invicto humillante solamente para los otros que sabían que tenían mejor conjunto que nosotros.
En una reta, yo había elegido la portería para descansar un rato, estábamos como siempre soportando el ataque rival cuando un disparo confiado en la pierna de quien lo originó se vino hacia mí. Rechacé el balón a tiro de esquina que se cobró sin darle tiempo a los míos de felicitarme y un cabezazo que iba a gol chocó contra mi mano derecha para provocar otro tiro de esquina. Avalentonado salí en el siguiente remate, me quedé con el balón y despegué de tan certera manera que alguien allá en la lejanía, uno de los nuestros, solo y su alma, se encaró con el portero y anotó. Habíamos acabado con el invicto de los superiores.
Los otros entraron confiados de poder sacar al más débil de la terna, pero la hazaña se repitió y festejamos como si hubiéramos ganado el boleto para el próximo mundial de tan patética manera que no nos percatamos de que se había agotado el tiempo por el que rentamos la cancha, las luces se apagaban y todos se marchaban. Fue de esa forma como dos goles sirvieron de lindos recuerdos en una larga de semana de noticias, gerundios y censuras.

enero 18, 2011

Desengaños que asaltan las murallas del invierno

Por El Poste Rabioso

Era patético, tengo que aceptarlo, cuatro hombres semiderrumbados en un sillón que tuvo épocas mejores viendo jugar a dos equipos, que también tuvieron épocas mejores, en un televisor mudo.
Era sábado, nos habíamos reunido un grupo de amigos para comer y como a eso de las 5 recordé el partido de la América, como era el único americanista encendí la televisión y dejé la reunión social que siguiera sin mí, pero al poco rato tenía un auditorio antiamericanista al que ya estoy acostumbrado.
No encendimos el volumen porque escuchábamos a Joaquín Sabina y despreciamos los comentarios de los narradores de fútbol de TV Azteca. Pero el partido del América fue entretenido, terminó dos a dos contra Jaguares con un par de golazos, uno de último minuto. Ese no fue el problema.
Atrapados por la inercia del primer encuentro vimos el siguiente partido televisado: Pachuca contra Toluca y entonces la cosa se puso fea. Callados veíamos el ir y el venir de la pelota maltratada por jugadores sin clase mientras nos chutábamos la discografía completa de Sabina, ni en las más memorables borracheras recuerdo haber escuchado de pe a pa al cantautor español, pero nadie quería levantarse a cambiar el disco por la misma razón que nos impedía a cambiar de canal y dejar de ver ese insulto de futbol: pereza.
Tarde de ocio, de ocio perverso, narcótico. La jugada más interesante del cotejo fue en la que el línea levantó magistralmente la bandera para indicar un fuera de lugar. Era patético: dos equipos que tuvieron épocas mejores mendigando fútbol a gritos ante cuatro sujetos, que también tuvieron épocas mejores, implorando por lo mismo.
A lo lejos, en la sala, dos mujeres invitadas a la reunión platicaban de sus cosas, ajenas a la fuerza que nos hacía tener la vista clavada en el televisor. Claro que hubo mentadas de madre, quejas infructuosas por aquel patético espectáculo parecido a presenciar la muerte por un paro cardíaco de un cristiano en el Coliseo romano. Todo fue inútil, alguien decía “Deberíamos cambiar de canal” y no era una sugerencia, era una súplica para que alguien más lo hiciera porque nosotros, como Barterbly, preferíamos no hacerlo o, como Facundo, deseábamos que lo hicieran ellas. Pero ellas estaban en otro viaje.
El cero a cero se impuso, alguien sugirió ir a un bar igualmente decadente, lugar común de la ciudad, yo bebí de mi cerveza y estaba tibia, era un escupitajo en la boca abierta, mente madres para adentro, me desperecé (lo mejor que pude) tomé mi morral y me fui de ahí a seguir rascándome los huevos y, en el entretiempo, escribir esta columna.