abril 21, 2011

Un clásico hasta para intelectuales

Por El Poste Rabioso

No pude ver el partido por la copa del Rey; trabajé. Por la noche y tras chutarme el partido del América, busqué los resúmenes televisivos y escuché varias opiniones del encuentro, así como observé una y otra vez la repetición de las jugadas claves.
Satisfecho dejé los resúmenes, le di la vuelta al sistema de canales para ver qué pudiera ver en esa noche calurosa y me entretuve con un programa de opinión de corte cultural que también hablaban del clásico español.
Ahí un hombre definía el encuentro como todo un acontecimiento social en donde dos fuerzas antagónicas eran representadas por ambas escuadras. Sentí asco, seguramente ese tipo poco sabía de pasiones inútiles y buscaba con argumentos más o menos rimbombantes explicar lo inexplicable.
El sujeto en cuestión, antes de encontrar el hilo negro de las dos fuerzas antagónicas, dijo sentirse sorprendido que el partido por la Copa del Rey fuera tan visto en México si en el país hay noticias más importantes y, además, se trataba de un encuentro de España y no de la liga mexicana.
El tamaño de su sorpresa es directamente proporcional al tamaño de su ignorancia en términos del fútbol como fenómeno de masas. Claro está que cada quien tiene derecho de ser indiferente a lo que se pegue la gana (hasta a los terribles problemas que enfrenta nuestro país) más aún, tiene derecho a hablar de eso que le es indiferente (como, por ejemplo, hablar de los terribles problemas que enfrenta nuestro país); pero no esperen que uno se empecine a ver a esos sujetos que hablan de fútbol solo porque tiene una carrera universitaria y utilizan tal o cual teoría de análisis del discursos hasta para encontrar mensajes en la sopa de letras.
El programa cultural, un panel de discusión, evidentemente no llamó mi atención más allá de la sorpresa primigenia de toparme con un análisis académico de un tema que me había apasionado como fanático de fútbol. Cuando el sujeto empezó a decir cosas obvias, cambié de canal y me puse a ver una película de zombies que tenía un argumento mucho mejor estructurado.
Pasa que en estos días de acontecimientos deportivos (y el choque entre Real Madrid y Barcelona lo es) las demás propuestas televisivas que no están vinculadas con el deporte intentan subir al ring a tirar patadas, muchas veces de formas burdas y sin estética. Lo sé porque lo he visto y porque también trabajo en los medios. Es patético y ofensivo que nos crean lectores o espectadores pendejos. Sufro y me ofendo.
No sé como se llama el programa, solo di un vistazo rápido, pero pasaba en el canal 22 y eran algo así como las once la noche. De cualquier forma poco vale esta información, lo que interesa aquí es el desprestigio que a veces se le tiene al fútbol al considerársele como un espectáculo de poca monta, que solo sirve para enajenar ilusos y que después, cuando es tema de conversación, se intente quitarse esa categorización injusta de ser un ejercicio insulso con justificaciones academistas. En todo caso el fútbol es -para bien de los que nos gusta este deporte- y con eso estamos más que contentos.

abril 15, 2011

Visitó América a Argentino Juniors

Por El poste rabioso

Fueron a territorio enemigo confiados de su poderosa pero discutible armada.
Ahí participaron guerreros de viejas proezas que plasmaron en su álbum de cromos escenas de gloriosas batallas: Pardo, Sánchez, Vuoso; antes triunfadores, sagaces, inverosímiles, sujetos que miraron el crudo y atormentado rostro de Dios.
Se plantaron ante el enemigo sumiso, casto, un tanto inseguro, a pesar de ser su tierra la que pisaba. Entonces inició la contienda.
Los llamados Argentinos Juniors propusieron la ofensiva confiados en su gente, en su historia, menos grande quizá que la de rival, pero suya y de nadie más y con la ilusión de volver a esa realidad futbolística tan codiciada llamada Libertadores de América que evoca otra épica no menos grande, igualmente debatible, con nombres como San Martín, Bolivar, Martí, Morelos…
Los mexicanos más universales pusieron en el mapa sus cartas americanas: Rosinei, Vuoso, Montenegro, Oliveira y hasta Sánchez, al final, y casi logran sacar el triunfo. Pero los de casa hicieron relucir la vieja máxima de uno de los más grandes estrategas militares de la historia: el francés Napoleón, que a más de doscientos años de distancia y el Atlántico de por medio, seguía diciendo que para ganar una batalla solo era necesario ser más que el rival en un punto determinado en determinado punto de la contienda.
Eso hizo Argentinos Juniors.
Antes de finalizado el primer tiempo el viejo Pardo cometió una falta producto de su cansado cuerpo que no llegó a tiempo a una jugada. Penal y gol, el del empate
Para el segundo tiempo el novato Reyes no tuvo la sabiduría del viejo Pardo y sus mejores piernas no supieron responder a tiempo. El gol fue la tumba de un América que confiado más en su historia pasada que en su futuro pretendió corregir el desacierto de no saber conservar la ventaja.
Y allá fueron Reyna, Márquez y Sánchez a ponerle garra al frente, creatividad, entrega. Pero una falla, producto del mismo pundonor y discurso de dejarlo todo hasta morir, ocasionó el error que hizo de una derrota estratégica un desastre militar.
Layún, lastimado en su cuerpo y en su orgullo se negó a dejar el campo (hombre al fin no supo distinguir el momento en que los dioses le indicaban abandonar) y su error provocó el gol último, el que le quitó la única ventaja que América no había perdido en Argentina, la de la diferencias de goles.
Siempre he reconocido al prudente comandante que, con la lucidez suficiente para entender que la batalla está perdida, repliega sus tropas y negocia la paz que salva la vida de algunos. Este América fue imprudente y se llevó un golpe que, de ser sinceros, no merecía por su entrega y su pasión.
Nada se ha perdido, sin embargo. La congruencia (que ya es decir demasiado en estos tiempos) es lo único que destaco de este América que la noche del jueves perdió tres a uno contra Argentinos Juniors en las lejanas tierras de América del Sur.